Y se murió el gran Joe Cuba, el creador de un Sexteto insuperable, el gestor de un “sonido” único, el líder de un combo que a través de los años se distinguió por su afiatamiento y su sonido compacto.
¿Será el vibráfono de Tomasito lo que lo distinguió?
¿Será el vibráfono de Tomasito lo que lo distinguió?
¿Serán las voces de Cheo Feliciano y Jimmy Sabater?
¿Será el piano de Nick Jiménez o el de Alfredito Rodríguez, que supo teclear ahí un par de años? ¿Serán sus congas haciendo marcar el paso como se debe?
¿Qué será lo que singularizó a este grupo?
¿Y qué méritos tuvo Gilberto Calderón para reclutar tanto talento a lo largo de varias décadas? Seguro que muchos. Se me hace que fue de esos líderes con un olfato lo suficientemente sutil como para percibir antes que muchos que tal o cuál sonero o instrumentista tiene valores que lo realzan, que lo elevan sobre el resto. Un caso como Art Blakey, a quien se le atribuye una calidad extraordinaria para reclutar lo mejor de la escena jazzera durante varias décadas para sus Messengers.
Calderón supo tener sino a los mejores, a los más bravos, y eso vale.
Pero lo que más vale es la audacia para inventar un sonido en tiempos en que las grandes orquestas comenzaban a tener problemas de financiamiento. La crisis de finales de los cincuenta lo encontró a Calderón en el momento justo y el pibe que le recomendó Tito Rodríguez (Cheo Feliciano) junto a la irrupción sensual del vibráfono como sostén sonoro distintivo transformaron su agrupación en uno de las referencias insoslayables de la década de sesenta.
Un bolero cantado por Cheo y con el vibráfono ahí, bien al frente, confiere un clima de suntuosidad que se me figura inexorable para la tardecita de un sábado, cuando el sol comienza a bostezar. La previa de la noche sabatina con un disco de Joe Cuba o uno de Chico Buarque es siempre mejor…
No casualmente aquél disco esencial que marcó el regreso de sonero de la intoxicación tuvo formato instrumental a la Joe Cuba. No es casual.
También tuvo su impronta el gran Jimmy Sabater, que lo acompañó por más tiempo con su timbal y su vozarrón único. Jimmy cantaba las letras en inglés en tiempos en que estaba Cheo, pero luego arremetió también con las obras en español.
The Joe Cuba Sextet es de lo que más escucho, y junto a los discos de Charlie Palmieri constituye una de las marcas sonoras de una época.
Cuando un solista o agrupación se confunde con un tiempo histórico, seguro que estamos ante un elegido de los dioses, que ahora estarán en un rumbón exagerado y morboso, al ritmo de los parches del gran Joe Cuba.
Que así sea.
¿Y qué méritos tuvo Gilberto Calderón para reclutar tanto talento a lo largo de varias décadas? Seguro que muchos. Se me hace que fue de esos líderes con un olfato lo suficientemente sutil como para percibir antes que muchos que tal o cuál sonero o instrumentista tiene valores que lo realzan, que lo elevan sobre el resto. Un caso como Art Blakey, a quien se le atribuye una calidad extraordinaria para reclutar lo mejor de la escena jazzera durante varias décadas para sus Messengers.
Calderón supo tener sino a los mejores, a los más bravos, y eso vale.
Pero lo que más vale es la audacia para inventar un sonido en tiempos en que las grandes orquestas comenzaban a tener problemas de financiamiento. La crisis de finales de los cincuenta lo encontró a Calderón en el momento justo y el pibe que le recomendó Tito Rodríguez (Cheo Feliciano) junto a la irrupción sensual del vibráfono como sostén sonoro distintivo transformaron su agrupación en uno de las referencias insoslayables de la década de sesenta.
Un bolero cantado por Cheo y con el vibráfono ahí, bien al frente, confiere un clima de suntuosidad que se me figura inexorable para la tardecita de un sábado, cuando el sol comienza a bostezar. La previa de la noche sabatina con un disco de Joe Cuba o uno de Chico Buarque es siempre mejor…
No casualmente aquél disco esencial que marcó el regreso de sonero de la intoxicación tuvo formato instrumental a la Joe Cuba. No es casual.
También tuvo su impronta el gran Jimmy Sabater, que lo acompañó por más tiempo con su timbal y su vozarrón único. Jimmy cantaba las letras en inglés en tiempos en que estaba Cheo, pero luego arremetió también con las obras en español.
The Joe Cuba Sextet es de lo que más escucho, y junto a los discos de Charlie Palmieri constituye una de las marcas sonoras de una época.
Cuando un solista o agrupación se confunde con un tiempo histórico, seguro que estamos ante un elegido de los dioses, que ahora estarán en un rumbón exagerado y morboso, al ritmo de los parches del gran Joe Cuba.
Que así sea.