Algo que siempre me llamó la atención de las juntadas de Ella Fitzgerald con las orquestas de Duke Ellington y Count Basie es cómo se divierten, cómo juegan y gozan en contraposición con ciertas poses de sufrimiento que se observa muchas veces en algunos músicos que, la verdad, uno no sabe si están verdaderamente en un orgasmo o en un suplicio.
Acá el propio Conde se ríe y Ella juega mientras devuelve todas las paredes que le tiran el Saxonista y el trombonista.
La música como celebración y divertimento.
Así de simple.